Roy Hodgson cumplirá en agosto 69 años. En sus manos tenía a una de las generaciones que más habían animado a la hinchada de Inglaterra a pensar que, esta vez sí, el medio siglo de fracasos tras haber ganado su Mundial en 1966 llegaría a su fin. Por supuesto, nada de eso ocurrió. Y el veterano seleccionador, al que ya avisaron desde la Federación en el ecuador de la Eurocopa de que su renovación dependía exclusivamente del rendimiento del equipo, tiró por el camino más recto y leyó una carta en la que expresó su renuncia. «Ahora es el momento de que sea otro quien lleve a esta generación». Ni siquiera aceptó preguntas. Para qué exponerse más.

Inglaterra, que siempre enarboló la bandera de ser la inventora del fútbol, sufrió en sus carnes una de las mayores humillaciones de la historia de este deporte. Un país que cuenta con 1,5 millones de licencias de futbolistas fue eliminado de la Eurocopa por una nación de apenas 331.000 habitantes. «Siento mucho que haya tenido que terminar así, pero estas cosas pasan. Espero que puedan ver pronto a Inglaterra en la final de un gran torneo», agregó el ex técnico de Malmoe, Inter o Fulham, entre muchos otros.

Un severo castigo para el combinado de Hodgson, que se presentaba en Francia con un buen puñado de jovencitos de los que venían echando purpurina a la celebrada Premier League. Los peloteros del Tottenham Alli y Dier, el carísimo Sterling o el último máximo goleador de la liga inglesa, Kane. Sin citar al infrautilizado Vardy. Todos ellos a un nivel muy por debajo de las expectativas creadas en sus equipos, e intimidados de mala manera en una actuación frente a Islandia que recordarán para siempre.

Recordaré estos cuatro años con orgullo. Dirigí a un grupo joven, hambriento y extremadamente talentoso», analizó Hodgson, que en el pasado Mundial no logró pasar de la primera fase en un grupo donde también figuraban Italia, Costa Rica y Uruguay. Esta vez, como en 2014, quien más sufrió la caída fue Wayne Rooney. Quizá porque, con el brazalete de capitán anudado al brazo, se sentía responsable de que el equipo funcionara.

La apuesta de que jugara de interior, a años luz del área y emulando a su manera a Xavi Hernández, no acabó de funcionar por mucho que lo intentara. Frente a Islandia, en una imagen metafórica, fue sustituido cuando Inglaterra luchaba ya desesperada por un empate que ya nunca llegaría. La selección inglesa ya no sólo está maldita, sino que quedará fijada en la historia por este fracaso.

EL MUNDO