El libro de la pequeña gran historia del Leganés se amplió con una victoria memorable en el Bernabéu, una que recordará siempre. Se saltó su enormes limitaciones y cualquier tipo de pronóstico, y remontó la desventaja de Butarque para meterse en semifinales de la Copa del Rey, allá donde nunca había pisado, tras vencer 1-2. El campeón de la ilusión pudo con el campeón de Europa o lo queda de él. Había perdido la Liga y este miércoles tiró otro título por la borda cuando lo tenía todo a favor: el peso de su historia, la necesidad de apostar por un torneo que todavía podía disputar, la buena ventaja de la ida, la enorme diferencia presupuestaria, el nivel de su plantilla. La derrota, que retrata a los jugadores y a Zidane y su manera de afrontar el partido, fue una tragedia que le deja en una situación angustiosa, casi crítica: toda la temporada a una carta en la Champions. Igual ya no se levanta.
Se vio venir. Los aficionados del Bernabéu van a envejecer unos cuantos años en unos meses de esta temporada donde no terminan de reconocer a su equipo aunque vengan todos los partidos. A veces Zidane les confunde. Con LaLiga perdida, el entrenador francés se dedica a reservar jugadores, por ejemplo Bale o Carvajal, no digamos Cristiano, para apostar por un once sin jerarquía en el centro del campo, ni tesón en punta con el deprimido Benzema. A simple vista sonaba bien lo de Llorente, Isco y Kovacic en la medular. La realidad es que nunca mezclaron bien. La inconsistencia de Achraf, que daba descanso a Carva, se fue convirtiendo en un problema mayúsculo con el paso de los minutos. Es joven el lateral marroquí, puede mejorar, pero resulta triste para él no ser capaz de hacer olvidar a un proscrito como Danilo. Con Isco con la chistera rota y su persistente tozudez para el adorno estéril y Asensio en el tono gris de las últimas fechas, quedaban las carreras de Lucas Vázquez y la triste figura de Benzema, que juega en casa con el viento en contra. Así se las gasta la peor afición del mundo. Silbar a uno de tus mejores jugadores, el que tiene que meter los goles, incluso antes de saltar al campo o cuando trata de volar en plancha para rematar un balón difícil al que finalmente no llega.
El Leganés tiró al palo en el minuto cuatro en una falta al borde del área botada por Beauvue y se fue asentando porque la táctica es sencilla en el Bernabéu: esperar a que el Madrid se vaya desordenando, pierda el hilo del juego y comienza a regalar la pelota. Le pasa a menudo. El equipo de Garitano, tan ordenado como siempre, fue manejando la bola y si no la tenía, se la regalaban. Así ocurrió en el fantástico gol de Eraso. La enésima torpeza en el pase de Achraf complicó la vida a Nacho, que no resolvió bien el acertijo. La recogió el centrocampista pepinero que se sacó un disparo extraordinario. Casilla se estiró, pero el balón buscó con tanto ahínco la escuadra que el portero catalán no llegó a rozar la bola.
El Bernabéu despertó para silbar a sus jugadores, pero esta vez con más razón. Aunque anda curado de espanto después de las visitas en Copa del Fuenlabrada y del Fuenlabrada (dos empates de su equipo), aún le quedan escrúpulos para no aguantar tanto disparate. De pronto, su equipo, impotente una vez más para terminar de un plumazo con la inercia del 7-1 del domingo, se había condenado a vivir en el alambre de la eliminación. Bronca.
Los jugadores del Madrid volvieron algo abatidos al césped para el inicio del segundo tiempo. Benzema hizo lo suyo por cambiar el gesto a su gente nada más arrancar en una buena combinación con Lucas Vázquez. La picó muy bien por encima de Champagne.
Pero el Leganés, lejos de rendirse, buscó el botín del segundo gol que era un tesoro tal y como iba la eliminatoria. Pudo marcar antes de que lo hiciera Gabriel de cabeza en un córner, quitándose de encima la tibia marca de Theo. Zidane empezó a hacer la estatua en la banda con su equipo eliminado. Tardó 22 minutos en hacer los cambios. Su estoicismo fue asombroso pese a lo angustioso de la situación para los blancos con la Liga perdida y la visita del PSG en Champions. Se le vio superado. Salieron Modric y Carvajal. El Madrid empujó, pero sin sentido, sin cabeza, sin ideas, sin nada. Apareció Champagne para sostener al Leganés, que se defendió bien mientras iba palpando su sueño con las manos, mientras festejaba la gesta. Era su primera victoria en el Bernabéu, pero fue mucho más que un triunfo.
Vía: Diario Marca