En una apasionante final de la Copa Libertadores de América, Botafogo escribió una nueva página en su historia al derrotar 3-1 a Atlético Mineiro en un duelo completamente brasileño. El encuentro, disputado en un estadio Monumental con capacidad para 85,000 espectadores, estuvo cargado de emociones, drama y destellos de calidad futbolística. Con esta victoria, Botafogo levantó su primera Copa Libertadores y se consolidó como el nuevo rey de América.
El partido comenzó con un giro inesperado, apenas al minuto 35 de juego, Gregore, jugador de Botafogo, cometió una dura infracción que el árbitro consideró merecedora de tarjeta roja, dejando al equipo con 10 hombres. Sin embargo, esta desventaja no desanimó al «Fogão». Dónde al minuto 35, Luis Henrique aprovecho una serie de rebotes de los cuales aprovecho para abrir el marcador con un gol que dio la ventaja parcial al equipo de Río de Janeiro.
Minutos después, un balón dividido entre el arquero de Mineiro y Luis Henrique terminó en una falta dentro del área. Tras revisar la jugada en el VAR, el árbitro señaló penal a favor de Botafogo. Alex Telles fue el encargado de ejecutar el disparo, aumentando la ventaja a 2-0 antes del descanso.
Atlético Mineiro reaccionó en el inicio del segundo tiempo. Luego de un tiro de esquina cobrado por Hulk, el delantero Eduardo Vargas descontó para el equipo mineiro, devolviendo la emoción al partido. A pesar de jugar con un hombre menos, Botafogo resistió los embates del rival y apostó por el contragolpe.
Cuando todo parecía definido, Junior Santos realizó una espectacular jugada individual en tiempo de descuento, sellando el 3-1 definitivo al minuto 96. Ese gol desató la euforia de la hinchada botafoguense y aseguró el tan ansiado título continental.
El triunfo de Botafogo trasciende lo futbolístico. Hace apenas tres años, el club enfrentaba una profunda crisis: se encontraba al borde de la quiebra y militaba en la segunda división. La llegada del multimillonario John Textor, quien adquirió el 90% de las acciones del club, marcó un punto de inflexión. Con una inversión de 70 millones de dólares, Botafogo fortaleció su plantilla con jugadores clave como Thiago Almada y Luis Henrique, este último pieza fundamental en la conquista de la Libertadores.
Este logro representa mucho más que un título: es la consagración de un renacimiento deportivo y financiero. Botafogo no solo se convierte en campeón de América, sino que también deja una huella imborrable en la historia del fútbol. Su gesta será recordada por generaciones como el momento en que el «Fogão» ascendió a la cima del continente.
Por Thomas Aristizabal