España lo vuelve a hacer. Segunda vez que la Federación de Española de Baloncesto y los millones de seguidores de la Selección pueden fardar de que sus jugadores, técnicos y ayudantes están en la cima del mundo. España, con un campeonato para quitarse mil sombreros y comprar mil más para poder seguir quitándoselos, se va con otro trofeo James Naismith en la maleta. Argentina siguió la senda de Grecia hace trece años y sucumbió con claridad los españoles en el Wukesong Sports Arena, donde una vez también se rozó la gloria (aquella vez, olímpica), por un amplio marcador: 75-95.
Otra vez en Asia. No fue Japón, Pau Gasol estaba sufriendo desde casa y no en el banquillo con un pie roto. No estaba Andrés Montes, con el que muchos siguen identificando aquel éxito. Garbajosa está de presidente y no de jugador. Era 2006, pero el de 2019 se ha vivido como una actualización 2.0 de lo que fue aquel estallido. Se demuestra con este éxito que España ni está muerta ni se espera que lo esté, que aprovecha cada grieta del sistema para continuar en lo alto del sistema, que nunca se puede dudar de ella. España, esta vez en Pekín y con destino a la eternidad, vuelve a llevarse el oro.