El partido entre el Barcelona y el Osasuna no tuvo historia. O mejor dicho, tuvo la historia que quiso escribir Leo Messi. Luis Enrique planteó un equipo en el que o lo solucionaba el argentino o no lo solucionaba nada. Y es que el técnico asturino dejó en el banquillo a cinco titulares de la gran victoria en el Bernabéu (Alba, Sergi Roberto, Umtiti, Iniesta y Luis Suárez) y dio entrada a Mascherano y cuatro jugadores muy cuestionados, Digne, Denis Suárez, Arda Turan y André Gomes, estos dos últimos jugando de extremo.
El resumen de tanto cambio es que el equipo jugó sin alma, con dominio del balón pero sin chispa. O mejor dicho, con la chispa que ponía Messi. Todo el juego ofensivo del Barcelona salía de las botas del ’10’. Lo hacía todo. Y la mejor prueba el primer gol del Barcelona. Robó un balón, se marchó hacia el área osasunista y batió a Sirigu con una vaselina.
Los dos siguientes disparos a portería también llevaban el sello de Messi. El segundo de los cuáles, tras robar otro balón, salió a córner, tras el lanzamiento del cuál llegó el segundo gol del Barcelona obra de ¡André Gomes! al aprovechar un buen centro de Rakitic desde la derecha.
El partido estaba visto para sentencia. Porque además no existía rival. El Osasuna se entregó desde el primer minuto, sabedor que su descenso a Segunda estaba más que consumado. Pudo ampliar el marcador Alcácer pero su cabezazo lo sacó Sirigu con apuros.
Vía Diario Sport