La penúltima resonancia magnética de España antes del Mundial no deja muchas novedades. Sin Sergio Ramos y Busquets, dos de los termómetros, la selección española ofició mucho toque y poca puntería. Cuando se fue Iniesta, especie protegida, se fue el temple de España y Suiza se encontró con un gol que le sonó a canción de cuna por lo inmerecido.
Lopetegui apostó por Diego Costa y Aspas, el esparto y la seda, como pareja de delanteros. La mezcla está todavía en la probeta. No se sabe si de ahí saldrá un invento rompedor. El hispano-brasileño lucha contra la sensación de ser una muñequera de pinchos en un desfile de alta costura, rodeado de artistas del toque. Lo mejor que hizo fue dejar dos buenos balones para que empalara la segunda línea.
España apareció sin su mejor investigador, Busquets, el hombre que lee los partidos. Con una gastroenteritis dejó su hueco a Thiago como gendarme. No se parecen en nada salvo en que son buenos, suficiente. El lujo de Lopetegui es que la otra brigada con Asensio, Isco, Busquets o Saúl sería la envidia de cualquier selección.
En el centro del campo, el hornillo del fútbol, se representaban los dos modelos de propuesta. Ahí nadie se pasa el balón como España, campeona universal del rondo; como oponente, Suiza, representante de la halterofilia con Behrami y Zakaria, un modelo de juego que se va a ver mucho en Rusia.
En el altavoz del partido se anunciaba que era la última vez que se podía ver a Iniesta en territorio español, como si fuera un cometa que aparece cada siglo. Cuando le llega el balón se hace el silencio. El manchego está en esa época en la que debería llevar un cartel de prohibido tocar, como si fuera un cuadro. Su conexión con Silva y Jordi Alba, una fábrica de triangulaciones, desarma cualquier telaraña. Además rozó el gol, pero lo evitó Sommer con un guantazo.
Con Aspas y Diego Costa atrapados el gol apareció con la tarjeta de un invitado sorpresa. Un balón que no iba a ningún sitio lo recogió Odriozola en la frontal para modelar una volea que alojó fuera del cuerpo del meta suizo. Es la ventaja de contar con un lateral con alma de extremo.
España tenía el partido en el comedor, pero no hay una fórmula en el fútbol para evitar accidentes. Un tirito de Lichtsteiner se enjabonó en las manos de De Gea y dejó el gol a Rodríguez. Suiza casi se va a una plaza a celebrarlo.
Vía: Marca