Real Madrid elimina por cuarta ocasión al Atlético de Madrid en Champions League y consigue su boleto a la final.
Vuelve el Madrid a una final de la vieja Copa de Europa, su residencia habitual, tras sobrevivir a un partido de 170 pulsaciones, el ritmo cardiaco en el que el Atlético no se siente inferior a nadie. El equipo de Simeone tuvo un descorche excelente y llevó a un Madrid dormido al límite antes de deshacerse en su inferioridad técnica. El corazón no le cupo en el pecho, pero su juego no le dio para la remontada.
El Atlético, en cualquier caso, puso a salvo su orgullo, pero fueron alejándole del milagro Isco, Modric y ese Benzema prodigioso que el madridismo, por intermitente, no acaba de querer.
No fue marketing ni postureo. El Atlético fue el trueno que prometió de salida, con una embestida brava que se llevó al Madrid por delante. Arremetió contra el vecino desde las bandas, con Filipe y Carrasco, desde el centro, con Saúl y Koke, y desde el alma, que lo puso el Calderón de principio a fin. A ese primer Madrid le pudieron los ahorros del Bernabéu, el enfurecido estadio y una extraña incapacidad para enlazar más de tres pases. El mismo desvanecimiento que le sobrevino en Nápoles. El mismo desvanecimiento que sufrió el Atlético en Chamartín.
Una salida brutal
Al minuto Griezmann lanzó un primer disparo que resultó un mensaje. El Atlético, que siempre fue caja fuerte, estaba dispuesto a transformarse en bombardero. A los 5′, Griezmann le quitó un gol a Torres. A los 14′, un Madrid pálido como un muerto perdía ya por 2-0. Saúl, un habitual en partidos así, marcó de cabeza adelantándose a Cristiano y repitió Griezmann en un penalti claro de Varane sobre Torres. Ahí llegó al partido el Madrid, que sólo en un cabezazo de Casemiro salvado por Oblak había dado señales de vida. El Atlético le había llevado al terreno que peor domina: la defensa de un resultado.
Pasado el huracán fue aplacando la coreografía del Calderón con una tenencia larga del balón, moviendo al rival de lado a lado y entrando en el combate cuerpo a cuerpo que propuso el Atlético, que perdió el impulso inicial y se extralimitó en su fiereza. En los cinco minutos iniciales Cakir sacó dos tarjetas, venda previa a la herida. Pero cuando llegó la herida se tragó la autoridad.
El Madrid fue restaurándose a partir de Isco, el menos acobardado en los peores momentos de su equipo (también el más áspero), y Modric y apoyándose en Benzema, que se descolgó para darle limpieza al juego de su equipo y para intentar el imposible que también se le había planteado al Madrid: desconectar al Atlético de su estadio.
El Madrid quemaba minutos sin sufrimiento hasta que Benzema se sacó un gol de la nada. Tomó la pelota en la banda izquierda, acudió a su encuentro el cuerpo de infantería del Atlético, Godín, Giménez y Savic, y de los tres se deshizo en la mitad del terreno que ocupa un cuarto de baño, paseando como un funambilista sobre la línea de fondo hasta encontrar a Kroos. Al remate del alemán respondió con un paradón Oblak, que no pudo sacar el toque de Isco, presto al rechace. Un pase de ballet en el centro de Stalingrado, una jugada fuera del contexto del partido, el empujón que necesitaba el Madrid para salir de esta. Y el que necesitaba Benzema, que es arte más inconstancia.
Al Atlético ya no le quedó gas para un segundo intento por alcanzar la cima y el Madrid, pasado el peligro, se preparó una segunda mitad confortable. El centro del campo del Atlético perdió el rastro a Isco, que estuvo en la creación y en el remate, hasta acabar en jefe del partido. Y retomó Modric esa sagacidad para desarmar al adversario. Antes del primer cuarto de hora de la reanudación Cristiano, en dos ocasiones, e Isco se acercaron al empate. Carrasco desapareció del partido, Saúl y Koke no tuvieron respuesta y a Gabi se le salió la cadena conforme desaparecía la esperanza.
Simeone se agarró al clavo ardiendo de los cambios y el Madrid metió a sus extremos, Lucas y Asensio, barreneros del partido del Bernabéu. Keylor hizo dos paradas tremendas en la misma jugada y Cristiano, Isco y Benzema dejaron ir buenas oportunidades en ese final desatado que dio aún más belleza a una apasionante eliminatoria. A Cardiff, sede de su decimoquinta final, va el Madrid y a casi a los altares el Atlético. La despedida que merecía el Calderón.}
Vía AS