Nota de ESPN
La sombra de Cristiano sobre el Camp Nou se alarga. 16 goles en 25 ediciones del clásico del futbol español. El que «nunca marca en los partidos importantes» apareció cuando su equipo más lo necesitaba.
Cuando jugaban con uno menos tras la expulsión de Sergio Ramos (otro de récord), y después de que el árbitro le anulara un gol legal a Gareth Bale. Con un gol en la recta final, el portugués dio la victoria al Real Madrid por 2-1, que con un inmenso amor propio sacó lo mejor de la temporada en los últimos 15 minutos del partido; un final inesperado después de una primera parte discreta por parte de los dos equipos.
Con pura casta el Madrid se comió al Barcelona; Cristiano, a Messi, que no estuvo cómodo para combinarse con el resto de la MSN como de costumbre ni supo hacer daño al máximo rival. Los focos estaban sobre los dos mejores jugadores del planeta, pero ninguno de los dos brilló mientras sus equipos se dedicaban a especular.
Barcelona dominó gran parte del tiempo y llegó a tener al Madrid contra las cuerdas, pero escasearon las oportunidades.
A Messi lo frenaba la defensa y no le ayudó que Luis Suárez, uno de sus socios, estuvo poco atinado, tanto en dirección como en sus decisiones.
Tuvo una genialidad que al final quedó en anécdota. Con un disparo picado desde la frontal obligó a Keylor a estirarse todo lo que pudo para sacar el balón con la punta de los dedos. Lionel Messi lo había puesto justo al ángulo.
Poco después cayó el gol con que Piqué adelantó al Barça. Messi no tuvo nada que ver, pues se combinaron dos cosas. La torpeza crónica del Madrid para defender a balón parado y la astucia del catalán, que exhibió a la defensa, y en especial a Pepe. Barcelona, con la ventaja, se acomodó. Y durante algunos minutos hizo resplandecer a Messi.
Lio recortando; comiéndose al mundo. Cristino, resbalándose para alegría de sus detractores cibernéticos.
Karim Benzema puso el 1-1 sin que Cristiano estuviera ni cerca de la jugada. Ardía la Fuente Ovejuna virtual preguntando porqué Cristiano seguía en la cancha. Había tenido poca relevancia casi todo el partido.
Dos oportunidades creadas en el primer tiempo – el doble de las de Messi; dos disparos desviados. Infinidad de balones perdidos en la media, aunque puso de su parte para colaborar en recuperación mientras permanecieron maniatados por el Barcelona.
Pero llegó la jugada polémica de la segunda parte y de puro coraje, los de Zidane con Cristiano a la cabeza se acordaron de que son el Real Madrid.
Bale marcó con un cabezazo. Había saltado sobre Jordi Alba y el árbitro interpretó falta anulando – mal – el gol.
Se envalentonaron los blancos, que ya sufrían cuando Sergio Ramos vio su segunda tarjeta amarilla en su enésima falta.
Entonces le tocó a Cristiano cargar con el peso del equipo. Había empezado a cobrar relevancia cuando Benzema abandonó el campo dejando su lugar a Jesé. Cristiano se movió a la punta y automáticamente comenzó a crear peligro para el rival.
A insistir, hasta que lo logró. Un balón que recibe casi en el borde de la cancha y baja con el pecho para acomodárselo y con el defensa azulgrana pegado más como espectador privilegiado que como marca, batió a Bravo con un derechazo.