Muy mejorada con respecto a anteriores partidos y por fin ya sí vestida con el traje de favorita, Francia se deshizo de un plumazo de Islandia y de toda la aureola de milagros y gestas que han acompañado a los islandeses en esta Eurocopa. Final abrupto para un sueño que jamás olvidarán los 330.000 habitantes de un país que ya es historia de la Eurocopa. El torneo se pone serio y ahí no tienen cabida los equipos revelación.
Francia mejoró mucho. Deschamps corrigió varios problemas que le habían carcomido hasta ahora y su equipo por momentos voló. El técnico regresó al doble pivote, metió a un galgo como Sissoko por la derecha y sobre todo liberó a Griezmann por dentro al estilo Atlético de Madrid, ahí donde se convierte en un jugador fundamental. Ya lo había sido en la segunda parte de los octavos ante Irlanda, de hecho.
Con las piezas en su sitio y Giroud haciendo de telefonista de todos, se vio una Francia con más volumen y más cercana a lo que debe. Coincidió el fuerte oleaje galo con los problemas defensivos islandeses, que aparecieron justo el día en el que toda una nación despertó de su sueño. A los 20 minutos ya estaban fuera del torneo. Un balón largo de Matuidi a Giroud y un córner que dominó Pogba desde las alturas pelaron a una zaga con poco cable. En ambos casos pudo hacer más el portero-cineasta Halldorsson, resignado sólo a lo segundo en esta ocasión.
Se estaba gustando Francia y de paso gustaba al resto. Hasta ahora no había afrontado ningún encuentro el equipo de Deschamps con ese aroma, el aroma de los que se saben manifiestamente superiores. Matuidi y Pogba eran el tronco y Griezmann y Payet las ramas de un árbol por fin robusto, verde, hermoso. Cada vez que se juntaban los dos últimos se producía una combustión de la que Islandia salió escaldada. Así, Payet marcó el tercero con un tiro cruzado desde la frontal y Griezmann definió con su sutileza habitual el cuarto cuando aún no se había llegado al descanso.
Faltaba por saber cómo moriría Islandia, si es que a caer en cuartos y ante la anfitriona se le puede llamar morir. Lagerback movió fichas con orgullo y quiso despedirse del torneo con otro regusto. La pasión islandesa tuvo respuesta en un rápido gol de Sigthorsson que desnudó algo a Umtiti, nuevo fichaje culé. No fue más que un rasguño para una Francia que seguía en la buen onda y volvió a marcar en el siguiente remolino, otra vez con Giroud elevándose por encima de un Halldorsson desbordadísimo.
A Francia le dio tiempo a hacer cambios con los que oxigenar a su equipo y a demostrar que Griezmann tiene el punto de velocidad idóneo para los dos partidos que les queda hasta el título. Al otro lado, en la portería de Lloris, se despidió Islandia de la Eurocopa con otro gol de Bjarnasson y un par de avisos más de un equipo inolvidable, uno que tocó el cielo cuando nadie lo esperaba, uno que peleó de tú a tú contra las mejores selecciones de Europa para orgullo eterno de sus seguidores. Así se le recuerde.
Por: AS.com