El Real Madrid se puso en hora con la Liga, recuperó con victoria (1-3) su partido atrasado en Butarque, alcanzó el tercer puesto del campeonato y cumplió con el guion de su rearme futbolístico en 2018, en una mejoría evidente en los resultados y en aspectos del juego que recuerda a la que experimentó cuando llegó Zidane para sustituir a Benítez en enero de 2016. Siendo discontinuo en el rendimiento, alternando buenos momentos y otros más grises, sigue ganando partidos, también al Leganés, el equipo que provocó una de sus grandes crisis de la temporada. El equipo pepinero, mientras, no remonta. Encadenó su cuarta derrota y no aprovechó ni la ventaja inicial que le dio el gol a los seis minutos, un tesoro en sus manos en otros tiempos. Ahora es más endeble. El Madrid, otra vez con muchas rotaciones, vuelve a creer que terminara ganando ocurra lo que ocurra. Como toda la vida.
El Madrid está volviendo. Empezó recuperando los goles de Cristiano, después encadenó una buena dinámica de resultados en LaLiga, en plena ascensión anímica superó al PSG en ese partido donde los pronósticos eran vejatorios y en los últimos días ha añadido a su repertorio el espíritu de siempre, el de las remontadas. Así subió la montaña del gol de Rabiot, los dos tantos en tres minutos del Villamarín y el tanto de ayer de Bustinza, a los seis minutos. Cuestión de fe.
Un gol tan madrugador podía haber cortado, no hace mucho, todo este cableado futbolístico que le ha llevado a ir ganando, de una manera u otra, todos los partidos de la segunda vuelta menos el del Ciudad de Valencia. El Leganés, espléndido en el balón parado, botó un córner que acabó dentro de la portería de Casilla tras una buena prolongación en el primer palo y un despeje demasiado tibio de Theo, muy poco contundente. El arrojo de Bustinza, que la dio desde el suelo, reptando como un poseso, mereció el premio.
El Madrid no lo acusó demasiado. Un síntoma de su mejoría, de la fortaleza que ha ido ganando desde enero mientras se rearmaba pensando en la Champions. Había juntado Zidane a Isco, Lucas Vázquez, Asensio, Kovacic y Benzema. Bale no entró en el equipo B. La situación del galés es extraña porque Zizou, dice, mantiene su confianza, pero Gareth no juega ni en Leganés. Sí lo hizo, mal, en Sevilla.
La reacción resultó fulgurante, sólo cinco minutos después. Una buena combinación entre Benzema, que estaba jugando bien, y Casemiro acabó con una gran definición de Lucas. El gol le quitó el tono a la intensidad del Leganés. El equipo de Garitano alternaba la presión alta con el repliegue y casi le funcionó mejor lo segundo porque durante buena parte del primer tiempo, el Madrid salió airoso del acoso pepinero. Superada la primera línea de presión, el Leganés se quedaba casi desnudo. La comodidad con la que empezó a jugar el equipo de Zidane, conectado y solidario desde la posesión de la pelota, dio pie a una jugada fantástica en terreno blanquiazul en la que participaron al primer toque cinco jugadores madridistas: Ramos, Kovacic, Benzema, dos veces, Lucas y Casemiro. La asistencia del gallego fue fantástica. El brasileño resolvió con autoridad, como si fuera un jugador de área.
El Leganés tuvo más deseo en el segundo tiempo. Gabriel, por ejemplo, se lo dejó todo. El Madrid se desconectó. Dejó de asociarse tanto (no le ayudó la facilidad que tuvo Isco para perder el balón o para elegir mal entre el regate o el pase), se mostró impreciso, sin profundidad y terminó metido en el juego que proponía el equipo blanquiazul, más entonado y activo, pero sin tino arriba. En su mejor jugada, el remate de Beauvue fue bien despejado por Casilla en la parada de la tarde, la mejor que se le recuerda en esta temporada al catalán.
Para el Madrid el partido se parecía al que jugó hace poco ante el Levante, en el que perdió dos puntos a última hora. Se sentía superior después de su buen primer tiempo y se fue abandonando, con la simpleza que le caracteriza, a la errónea sensación de pensar que puede ganar haciendo lo mínimo. Ha sido uno de sus grandes pecados de la temporada, el atajo para perder la Liga. Dejó pasar los minutos sin inquietar a Cuellar, a veces porque no llegaba, a veces por fallar en el último pase. No dominó la situación ni se dejó dominar buscando el contragolpe. Resultó tan insípido como en sus grandes desastres, como en el primer tiempo del Villamarín. Le salvaba que el Leganés no es el Betis. A última hora, cuando el equipo pepinero, había perdido fuerzas y esperanza, Ramos sentenció de penalti para alcanzar el tercer puesto del campeonato y confirmar su ascensión.
Vía Diario Marca