Ganar un título mundial es un pasaporte para estar siempre ligado al fútbol. Por eso, casi todos los campeones han mantenido el vínculo con el balón. Las excepciones son Thuram, dedicado a causas sociales; Barthez, enfrascado en el mundo del automovilismo, y Guivarch, que vende piscinas en la Bretaña. Los tres se han alejado de su deporte. Francia vuelve a estar muy de moda.

Paradójicamente, si se cogen todos los delanteros, en cambio, la generación que busca el título el domingo se antoja un poco superior porque a Mbappé se le suma Griezmann, que pasa por estar entre los cinco mejores jugadores del mundo.

Entrando en el capítulo de las diferencias hay una que, al menos en este momento de las carreras de los futbolistas, es evidente. No hay ningún jugador con la maestría de Zidane.

En el lateral derecho hay otro punto de unión. Thuram le marcó dos goles en semifinales a Croacia en 1998 y Pavard, otra de las revelaciones de los bleus, metió un tanto monumental contra Argentina. No fue el único defensa en gritar gol, ni entonces (Blanc hizo un gol de oro ante Paraguay en octavos) ni en la actualidad (Varane y Umtiti han sido realizadores en cuartos y en semifinales).

También se producen coincidencias curiosas, como la de los delanteros centros empleados para trabajar más que para golear. ElGiroud del presente, que no ha marcado en este Mundial, es el equivalente al Guivarch del pasado (no vio puerta hace dos décadas).

Los dos equipos tienen a un joven que prometía comerse el mundo. El de 1998 era Henry, aunque no se había ganado todavía la titularidad. El actual responde al nombre de Mbappé, un fenómeno a sus 19 años.

VÍA: LA VANGUARDIA